domingo, 10 de mayo de 2009

Un Cuento de Veronica Stigger: Domitila


Fotografía: Walter Craveiro

In Brazil, whatever your crime of
choice, Sunday is the day to do it.
Caleb Neelon (Sonik)(1)



Domingo, 25 de enero, 15 horas: Domitila se pasea en automóvil con su novio. Ella baja a la mitad el vidrio de la ventana y asoma la cabeza por fuera. Dos minutos después paran en un semáforo y ella saluda asintiendo a las niñas del automóvil de al lado. Éstas contestan el saludo con sonrisas silenciosas (las ventanas de su vehículo están cerradas). Después de un minuto la señal cambia y el novio de Domitila acelera bruscamente, lo que hace que el contacto de los neumáticos con el pavimento produzca un sonido agudo y desagradable. 43 segundos después una de las llantas cae en un bache. Con el traqueteo, Domitila, que aún se hace señas con las niñas, se golpea el ojo directo con el borde del vidrio abierto. 11 segundos más tarde y el ojo ya está rojo muy rojo. Domitila parpadea bastante, lagrimea involuntariamente y sigue haciendo señas a las niñas que se desvían por una calle lateral. El novio sigue por la misma avenida por más de 98 metros. El ojo de Domitila sigue enrojecido y lagrimea sin parar. El novio ahora dobla a la izquierda en una calle más estrecha y desciende a 120 kilómetros por hora. Domitila baja totalmente el vidrio. Apoya el codo en el borde de la ventana y extiende el antebrazo. Intenta sentir el viento en la mano, durante 8 minutos, a través de una avenida larga y dos calles pequeñas.

Ya son las 15 horas y 19 minutos. El novio sigue conduciendo a alta velocidad. A pesar de la velocidad ellos siguen en el carril derecho. Con el ojo bueno, Domitila divisa un poste. Extiende el brazo para intentar tocarlo. Sus dedos – con excepción del pulgar – chocan con tal intensidad que dos de ellos se desprenden y vuelan, y los otros dos se doblan hacia atrás, formando un ángulo de 90 grados con respecto a la mano. Domitila se voltea y todavía alcanza a ver el índice y el anular perdidos en el choque. Ella se voltea hacia el frente y toma entre su mano los dedos restantes – menos el pulgar - y con un movimiento brusco los coloca de nuevo en su lugar. La sangre mana de sus heridas y su vestido comienza a mancharse. Las alfombras del automóvil también. El novio enfila hacia una curva cerrada, entra en una avenida grande y se dirige a la autopista central. Domitila saca nuevamente el brazo con 3 dedos. Un motociclista que viene por el carril derecho hace sonar su bocina. Él también conduce arriba del límite de velocidad. Domitila no aparta el brazo. El motociclista intenta esquivarlos, mas no lo consigue, porque hay otro automóvil a su derecha. El motociclista golpea el brazo de Domitila, pierde el control y estrella con el automóvil a su derecha. El antebrazo de Domitila se dobla y cruje. Los huesos del codo quedan expuestos. Del choque, el motociclista es lanzando hacia la acera. El novio detiene el automóvil y sale. El conductor del otro automóvil también para y sale. Domitila, no. Domitila observa todo desde la ventana del auto. El novio va a la acera y observa al motociclista. El otro conductor, que no sufrió nada durante el accidente, hace lo mismo. El motociclista no se mueve. El novio patea lo que ya es un cadáver y declara: “muerto”. Regresa a su automóvil. El otro conductor permanece al lado del cadáver. El novio arranca de pronto. El arrancón es tan violento que la cabeza de Domitila rebota en el asiento y se estrella contra el tablero. 11 segundos después su cabeza está amoratada. Un hematoma comienza a formarse

Ya son las 16 horas y 37 minutos. El novio toma otra avenida. Sigue por ella por más de 450 metros a 97 kilómetros por hora. Después se pierde a través de una serie de calles menores y ligeramente reforestadas. Lleva a Domitila a tomar helado a la zona oeste. Domitila mantiene el vidrio abierto, con la cabeza por fuera. Todavía parpadea por la molestia en su ojo. Las dos heridas en la mano ahora sangran menos. Los huesos del codo, está claro, todavía aparecen expuestos. El novio acelera en la medida en que lo permite la estrechez de las calles y las curvas cerradas. Pasan 7 minutos. Domitila saca nuevamente el brazo con tres dedos por la ventana. A pesar de que la calle sea estrecha, ella no alcanza los árboles con la mano. Se pone de rodillas sobre el asiento del pasajero. Con el brazo intacto se apoya en el borde. Saca el tronco para afuera de la ventana y estira el brazo malo lo más que puede. Conforme se acerca a la arboleda el golpe es inminente. Se estrella con fuerza y el brazo es arrancado. Menos de 11 segundos y brota la sangre del muñón restante. Ensucia la ventana, el parabrisas, el revestimiento interno del automóvil, la palanca de cambios, el freno de mano, el vestido de Domitila y los cabellos del lado derecho del novio.

Ya son las 17 horas y 13 minutos. El novio estaciona a dos cuadras de la heladería. Salen del automóvil. La sangre todavía brota del muñón. Pasan por un edificio con cerca eléctrica. Ella salta y toca la cerca con el brazo intacto. El contacto con la corriente intermitente disloca el hombro izquierdo. Domitila choca repetidas veces el hombro contra un muro hasta que logra ponerlo de nuevo en su lugar. Entran a la heladería seguidos del rastro de sangre del muñón de Domitila. Ella dice que va al baño. Ahí, rasga el ruedo del vestido con los dientes y, usando la boca y el brazo sano, se retuerce hasta lograr hacer un torniquete en el muñón. La sangre deja de correr poco a poco. En esto se van 23 minutos. El novio espera afuera con los helados derritiéndose en sus manos. Con un esfuerzo considerable, Domitila se baja los calzones, se sienta en la taza del sanitario y orina durante 47 segundos. Se levanta, sube sus calzones y se arregla el vestido. Se lava la mano sana y sale. Después se toma el helado, o lo que resta de él, sentada en una de las mesas de la terraza. Cuando mira un autobús que se aproxima, sale corriendo y se para en medio de la calle. El autobús frena, se barre y golpea de lado a Domitila, que es lanzada al otro carril. Un automóvil pasa por encima de sus piernas. El novio trata de levantarla, pero ella se arrastra sola.

Ya son las 18 horas y 9 minutos. Domitila debe regresar a casa. A las 18 horas y 53 minutos, el novio deja a Domitila en la cuadra de su casa y después se aleja. Domitila se arrastra por las escaleras que llevan al tercer y último piso. 49 minutos después, Domitila toca a la puerta del apartamento de sus padres donde vive. Su madre abre, se inclina para besarla en la cabeza amoratada y dice: “vaya báñese, que la cena está casi servida”. Domitila se arrastra hasta el cuarto de baño. Se desnuda con cierta dificultad. Con la única mano buena toma una hoja de afeitar y, con la torpeza común a todos los diestros que son obligados a usar la mano izquierda, se concentra en hacer unos cortes profundos en los pezones de ambos senos. Bien encima de los cortes que se ha estado haciendo durante las últimas 3 semanas y 4 días. En esta ocasión la parte superior del pezón izquierdo se desprende. Domitila sonríe y piensa: “unos días más y se caen”

(1) Sic

Del Libro "Gran Cabaret Demenzial" por Veronica Stigger

Traducido por Nelson Ordóñez.

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